La enfermedad de Parkinson es un trastorno del sistema nervioso que afecta el movimiento y la coordinación. Se produce por la degeneración de unas células cerebrales que producen una sustancia química llamada dopamina. La dopamina es necesaria para enviar mensajes a los músculos y controlar los movimientos voluntarios e involuntarios.
La enfermedad de Parkinson suele aparecer después de los 50 años, aunque también puede manifestarse antes. Es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en las personas mayores, después del Alzheimer. Se estima que afecta a unas 600.000 personas en Estados Unidos y a unos 7 millones en todo el mundo.
En Ecuador, no hay datos oficiales sobre la prevalencia de la enfermedad de Parkinson, pero se calcula que podría rondar el 0,3% de la población mayor de 40 años. Además, Ecuador es pionero en un estudio a gran escala de la genética del Parkinson, que analizará más de 500 muestras de ADN de pacientes ecuatorianos, con el objetivo de identificar las mutaciones genéticas que hay en el país y mejorar el diagnóstico y el tratamiento.
Los síntomas de la enfermedad de Parkinson varían según cada persona y se agravan con el tiempo. Los primeros signos pueden ser leves y pasar desapercibidos. Algunos de los síntomas más comunes son:
Temblor en reposo, que suele comenzar en una mano o un dedo y que puede disminuir al realizar alguna tarea.
Movimientos lentos (bradicinesia), que dificultan las tareas cotidianas como vestirse, caminar o levantarse de una silla.
Rigidez muscular, que puede causar dolor y limitar la amplitud de movimiento.
Pérdida del equilibrio y la postura, que aumenta el riesgo de caídas y lesiones.
Pérdida de los movimientos automáticos, como parpadear, sonreír o balancear los brazos al caminar.
Cambios en el habla, que pueden volverse suave, rápida, arrastrada o monótona.
Cambios en la escritura, que puede volverse pequeña, apretada o ilegible.
Además de los síntomas motores, la enfermedad de Parkinson también puede causar otros problemas como:
Depresión, ansiedad, estrés o irritabilidad.
Fatiga, pérdida de energía o insomnio.
Dificultad para pensar, recordar o tomar decisiones.
Problemas para masticar, tragar o digerir los alimentos.
Pérdida del olfato o del gusto.
Alteraciones en la piel, el sudor o la orina.
La causa exacta de la enfermedad de Parkinson se desconoce, pero se cree que intervienen factores genéticos y ambientales. Algunos genes se han relacionado con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad, pero solo en un pequeño porcentaje de casos. Algunos factores ambientales como la exposición a pesticidas, metales pesados o traumatismos craneales también podrían aumentar el riesgo.
La enfermedad de Parkinson no tiene cura, pero hay tratamientos que pueden ayudar a mejorar los síntomas y la calidad de vida. El tratamiento más común es la medicación, que tiene como objetivo reemplazar o estimular la dopamina en el cerebro. Sin embargo, los medicamentos pueden tener efectos secundarios o perder efectividad con el tiempo.
Otras opciones de tratamiento son la cirugía, que consiste en implantar electrodos en el cerebro para regular las zonas afectadas por la enfermedad; o la estimulación cerebral profunda, que consiste en enviar impulsos eléctricos al cerebro para mejorar los síntomas motores.
Además del tratamiento médico, es importante que las personas con enfermedad de Parkinson adopten hábitos saludables que les ayuden a mantener su bienestar físico y mental. Algunas recomendaciones son:
Hacer ejercicio físico moderado y adaptado a sus capacidades, como caminar, nadar o hacer yoga.
Seguir una dieta equilibrada y rica en fibra, frutas y verduras, para evitar el estreñimiento y mejorar la nutrición.
Beber suficiente agua y evitar el alcohol y el tabaco.
Mantener una buena higiene bucal y dental para prevenir las infecciones y las caries.
Cuidar la piel con cremas hidratantes y protector solar para evitar la sequedad y las quemaduras.
Dormir lo suficiente y seguir una rutina de sueño regular para descansar mejor y evitar la somnolencia diurna.
Realizar actividades que estimulen el cerebro y la memoria, como leer, escribir, hacer crucigramas o aprender algo nuevo.
Buscar apoyo emocional y social, ya sea de familiares, amigos, profesionales o grupos de autoayuda.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno complejo y desafiante, que requiere de un seguimiento médico continuo y de un cuidado integral. Sin embargo, con el tratamiento adecuado y el apoyo necesario, las personas con enfermedad de Parkinson pueden seguir disfrutando de una vida plena y satisfactoria.
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