La alimentación es un aspecto fundamental para el control de la diabetes, especialmente en las personas mayores que pueden tener otras condiciones de salud asociadas. Una dieta equilibrada y adaptada a las necesidades de cada persona puede ayudar a prevenir o retrasar las complicaciones de la diabetes, como las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión o el deterioro renal.
Algunas recomendaciones generales de alimentación en casa para ancianos con diabetes son:
Comer tres comidas al día a horas regulares y evitar saltarse comidas o ayunar. Esto ayuda a mantener los niveles de azúcar en sangre dentro del rango objetivo y a utilizar mejor la insulina que el cuerpo produce o recibe a través de un medicamento.
Incluir alimentos de todos los grupos: frutas y verduras, granos integrales, proteínas magras y productos lácteos descremados o bajos en grasa. Estos alimentos aportan nutrientes esenciales, como fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes, que benefician la salud general y la prevención de enfermedades.
Limitar el consumo de azúcares añadidos y de alimentos refinados o procesados, como el pan blanco, el arroz blanco, la pasta, los dulces, los refrescos o los jugos. Estos alimentos elevan rápidamente el nivel de azúcar en sangre y tienen poco valor nutricional. Se pueden consumir ocasionalmente y en pequeñas cantidades, siempre que estén bien acompañados de otros alimentos.
Controlar la cantidad y el tipo de carbohidratos que se consumen en cada comida. Los carbohidratos son la principal fuente de energía para el organismo, pero también influyen en el nivel de azúcar en sangre. Se recomienda elegir carbohidratos complejos o de absorción lenta, como los que se encuentran en los granos integrales, las legumbres, las frutas y las verduras. También se puede usar el método del plato o el conteo de carbohidratos para planificar las porciones adecuadas de cada alimento.
Elegir grasas saludables o insaturadas, como las que se encuentran en el aceite de oliva, los frutos secos, las semillas o el pescado azul. Estas grasas ayudan a proteger el corazón y a reducir el colesterol. Evitar las grasas saturadas o trans, como las que se encuentran en la mantequilla, la manteca, la nata, los embutidos o los alimentos fritos. Estas grasas aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y obesidad.
Beber suficiente agua y evitar el alcohol o limitarlo a una copa al día como máximo. El agua ayuda a mantener el cuerpo hidratado y a eliminar toxinas. El alcohol puede interferir con el efecto de los medicamentos para la diabetes y causar hipoglucemia o hiperglucemia.
Estas recomendaciones pueden variar según las características individuales de cada persona mayor con diabetes, como su edad, su peso, su actividad física o sus preferencias alimentarias. Por eso es importante consultar con un médico o un dietista-nutricionista antes de iniciar cualquier cambio en la alimentación.
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